La montaña maldita
Hasta el siglo XVIII era denominado habitualmente «Montaña maldita» por los habitantes de la región, de hecho una montaña del macizo aún mantiene esta denominación, el monte Maldito. A principios de siglo se realizaron varias procesiones entre los habitantes de Chamonix, debido a que la mer de Glace ('mar de Hielo'), un glaciar del macizo, se acercaba peligrosamente al pueblo.
Un mito cuenta que existía un reino encantado en la cumbre, donde estaba la reina de las hadas, la «diosa blanca», que vivía en prados verdes e hilaba el destino de los habitantes del valle. Según las creencias de la época, estas entidades divinas debían ser respetadas y veneradas, ya que las cumbres emitían un tipo de influencia, una fuerza sobrenatural, que guiaba a los hombres sin que ellos lo supieran y cuya influencia podía ser buena o mala, según los casos. Con el cristianismo se consideró a estas divinidades como demonios invisibles y hostiles.
En el verano de 1741, el viajero inglés William Windham (1717-1761), que ya había realizado expediciones en Egipto y en Oriente, organizó junto con Richard Pococke una expedición de descubrimiento al valle de Chamonix, que tenía entonces la reputación de ser un lugar inhóspito y peligroso. Cuando llegó, se maravilló del aspecto del valle y de los precipicios, que según él, «podían espantar las almas más firmes». Subieron hasta el lugar llamado Montenvers, en el lateral del glaciar que Windham bautizó como mer de Glace, y fueron los primeros en observarlo y mostrar el interés que representan los glaciares. Windham recogió también algunas leyendas de los lugareños que afirmaban que por la noche, sobre los glaciares, se efectuaban fiestas de brujos que bailaban al son de la música. Con el racionalismo de finales del siglo XVIII, y al triunfar el materialismo del siglo XIX, se perfeccionaron los conocimientos científicos sobre la montaña y se intensificaron las exploraciones.